https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...
Se cuenta la historia de un niño que vendía
periódico en una comunidad agrícola en el centro de los Estados Unidos.
Utilizaba su bicicleta para ir de casa en casa, pedaleaba de una finca en otra,
en una de ellas, vio un letrero: “Cachorros a la venta”. Siempre quiso un
perrito. Soñaba el día cuando pudiera tener uno. “Señor, ¿Puedo ver los
perritos?” “Claro que sí hijo”. El señor llamó y pronto apareció la mamá
seguida de cuatro cachorritos. Luego apareció un quinto perrito, que llegó
cojeando.
El niño examinó los perritos cuidadosamente. “¿Cuánto
cuestan señor?” “Cuestan 25 dólares” “¿Qué le pasó al perrito que cojeaba?” “El
veterinario dice que nació así. ¡No sirve para nada! No puede correr. Solamente
se arrastra. No sirve.” “Señor, ese es
el que yo quiero. Le daré 50 centavos cada semana, hasta que le pague todo el
dinero.” “¿Y por qué quieres a ese cachorro?” El niño se levantó el pantalón de
una de las piernas para mostrar un soporte de metal y una correa, señales de
una pierna deforme. “Señor, ese perrito necesita alguien que lo comprenda, ¡y
yo sí puedo!”
Jesús te entiende muy bien cuando te sientes cansado
y exhausto, cuando te sientes solitario y ansías la compañía de amistades
sinceras, cuando llega el fin de mes y las cuentas se acumulan y no hay dinero
con que pagarlas, cuando tu salud se deteriora y los dolores estremecen tu
cuerpo, cuando las tentaciones parecen vencerte y cuando tus debilidades
parecen sucumbir ante el maligno.
Cualesquiera que sean nuestros sufrimientos, Él
experimenta dolor, se identifica con nuestros sufrimientos y nos acompaña en
nuestras tentaciones; nos da consuelo, fortaleza y paciencia para soportarlo
todo, nos ayuda a mantenernos firmes bajo el peso de los problemas. (Heb. 4:16)
“Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir
misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la
necesitemos.” Citado en: Finley, Mark. La Gran Comisión. México: Gema Editores, 2007, pag. 22,23.
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