https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...
Desde el 6 de Agosto de 1926 para acá, fecha en que
Gertrude Ederle de 20 años, atravesó el Canal de la Mancha, siendo la primera
mujer en realizar la hazaña, las mujeres has estado compitiendo para establecer
marcas mundiales de natación. Por eso el 4 de julio de 1952, Forence Chadwick,
de 34 años, vadeó las aguas de la Isla Catalina, determinada a ser la primera
mujer que nadara las 21 millas hasta la playa de Long Beach en California. (Este no fue su primer intento de nadar largas distancias.
Anteriormente había sobrepasado la hazaña de Gertrude Ederle, siendo la primera
mujer en nadar el Canal de la Mancha en ambas direcciones).
Pero Florence Chadwick no logró esta vez su meta.
Esa mañana el agua estaba fría y la neblina era tan densa que apenas podían
verse los botes que la acompañaban. Pero no se dejó vencer ni por el frío ni
por la fatiga. Al paso de las horas,
ella seguía nadando. Justo antes de alcanzar la orilla, se sintió vencida y
pidió que la subieran a uno de los botes, aun cuando su mamá la había instruido
a seguir siempre adelante. Ella insistió en que ya no podía más.
Minutos después de renunciar y llegar a la orilla,
descubrió que estaba solamente a media milla de la costa. Ella dijo después: “No
me gusta excusarme, pero si hubiera podido ver la orilla, hubiera vencido”.
Ella fracasó, no por el frío ni por la fatiga, sino por la neblina. Mansell Ernest, Donald.
Constante como el amanecer. México: Litografía
Magnograf , 1993. Pág. 186.
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