Cierta vez Mahatma Gandhi (1869-1948), el lider hindú, viajaba en un tren de tercera clase. A pesar de su popularidad, nadie de los que viajaban con él lo reconoció.
Un pasajero, demostrando falta de consideración para con los demás, escupía constantemente en el piso. Gandhi serenamente lo exhortó, destacando el peligro que tan mal hábito podría significar para la salud de los demás pasajeros. El hombre se irritó y respondió con exasperación.
-No se meta en mi vida. ¿Quién es usted para pretender corregirme?.
Después continuó escupiendo, indiferente a los escrúpulos de los demás. Gandhi se mantuvo en silencio. Poco después aquel hombre, tomando su guitarra, comenzó a cantar una música popular en honor a Gandhi. En la estación en la que iba a desembarcar había una multitud reunida para honrar al ilustre visitante. El hombre al darse cuenta de que la persona a quien había molestado con su hábito antihigiénico no era otra sino el festejado héroe nacional, se postró delante de Gandhi y le pidió que le perdonara.
-No tengo nada que perdonarle -repondió el gran lider-. Pero veo que su aprecio de ahora es hipócrita, ya que canta canciones en mi honor y no practica mis lecciones.
Este incidente de la vida de Gandhi nos recuerda las palabras de Isaías: "Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí" (Isa. 29:13).
Citado en: Oliveira, Enoch De. ¡Buenos Días Señor!. México: Asociación Publicadora Interamericana, 2001, Pág. 41.
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