Un nuevo converso desanimado fue a hablar con el cristiano chino Watchman Nee.“No importa cuánto oro, cuánto me esfuerzo, no parezco poder ser fiel a mi Señor. Pienso que estoy perdiendo mi salvación’. Nee le respondió: ¿Ves este perro aquí? Es mi perro. Está adiestrado para vivir en la casa; nunca ensucia nada; es obediente; es una delicia para mí.
En la casa tengo un hijo, un bebé. Ensucia todo, tira la comida por todas partes, mancha su ropa, es un desastre total. Pero ¿quién heredará mi reino? No será mi perro; mi hijo es mi heredero. Tú eres el heredero de Jesucristo porque es por ti que él murió ” (Lou Nichole, Hebrews, pág. 31).
Nosotros también somos herederos de Dios, no por nuestros propios méritos, sino por su gracia.
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