Cuando Rudyard Kipling (1865-1936), el gran genio de la literatura universal, visitó los Estados Unidos, fue acometido por una seria enfermedad. Mientras ardía de fiebre, recibió la visita de un médico. Era medianoche. Después de medicarlo, el médico le recomendó reposo absoluto. pera a medida que las horas corrían, en su delirio, el paciente murmuraba: "Yo necesito". La enfermera no se atrevía a interrogarlo en cuanto a cuál era su necesidad, perturbándolo en su reposo. Pero ya que él insistía en repetir las palabras "Yo necesito", ella se aventuró a preguntarle en un susurro: "¿Qué es lo que necesita?" La respuesta llegó inmediatamente y sin titubeos: "Yo necesito a Dios"
¡Cuánto necesitamos de Dios, especialmente cuando nos sentimos en el "valle de sombra de muerte", o cuando la sombra de la noche de las aflicciones nos circunda el corazón!.
Citado en: De Oliveira, Enoch. ¡Buenos días, Señor!. (México: Asociación Publicadora Interamericana, 2001), pág. 59.
El Salmista le dice a Dios: "Recuerda cuan breve es mi tiempo.....y ¿Qué hombre vivirá sin ver la muerte?" (Salmo 89:47,48). Por lo tanto, esperar hasta el ocaso de nuestra vida para decir "Necesito a Dios", sería una experiencia desesperante. En la oración de Moisés en el (Salmo 90:12), nos aconseja decirle a Dios cada día de nuestra vida: "Enséñanos a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría".
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