Un joven empleado en un comercio, se esforzaba siempre por cumplir honestamente todas sus obligaciones y, como consecuencia, su patrón depositaba toda su confianza ilimitada en él. Un día, cuando estaba solo, entró un cliente pidiéndo determinado artículo. Cuando el joven estaba pesando la mercadería, el cliente le dijo: "Añádele un poco más, ya que tu patrón no te está viendo". Pero el joven, levantando los ojos al cielo, respondió sin vacilación: "Mi patrón siempre está presente". Procuraba actuar con honestidad ante el Señor y no solamente a la vista de los hombres.
El alumno que copia, el constructor que emplea materiales de calidad inferior, el conyuge infiel, el policía que acepta soborno, el patrón que paga un salario vil, el prestamista que cobra intereses exhorbitantes, y el joven que depreda el patrimono público o privado, cometen actos deshonestos delante de Dios. Y aunque los hombres no vean tales actos, son manifiestos delante del juez de toda la tierra.
Enoch de Oliveira. Buenos Días Señor. pág. 367
Interesante ilustración, sencilla pero muy elocuente. Su aplicación es muy acertada. Los estudios como la experiencia enseñan que, la integridad es indispensable e imprescindible en la vida, tanto en la vida personal, familiar y en especial pública. En realidad no se puede separar la privada de la pública; porque lo que se hace en privado, afecta lo público. Este valor, o cualidad se adquiere en el hogar por precepto y ejemplo. Si todos fuéramos ÍNTEGROS, las cárceles estarían vacías. Habría grandes realizaciones en nuestras naciones. Todos pagaríamos nuestros impuestos y no habrían políticos que los sustraigan... podemos hacer esto realidad... sólo con el poder de Dios en nuestra vida!!!
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