https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...
En 1948 había un hombre de Dios. En esos días con el comunismo, era imposible para los cristianos imprimir libros o Biblias. Pero este hombre, lo llamaremos pastor Pietro tenía una máquina de escribir. Con aquella máquina él podía copiar pasajes de la Biblia y libros enteros.
Una noche, un guardia de seguridad, informante que vivía en el apartamento de arriba, lo oyó escribir. Escuchó el tap, tap, tap de la máquina y llamó a la policía. A llegar, las fuerzas de seguridad patearon la puerta y dijeron “¡Esto está en contra la ley, usted está bajo arresto!”
Lo encarcelaron donde había un corpulento capitán de las fuerzas comunistas, quien al mirar a Pietro, un hombre muy pequeño y delgado, le dijo: “Tengo una pregunta, ¿tú oras antes de comer?” “Oh sí, yo oro antes de comer y le agradezco a Dios”. “Bueno, parece que Dios no está haciendo un buen trabajo contigo. Y te diré por qué, porque estás muy, muy delgado. Si Dios estuviera haciendo un buen trabajo contigo, te alimentaría mejor. Te diré lo que voy a hacer. Por los siguientes cinco días te voy a poner en prisión. No te voy a dar nada de comer y te voy a dar solamente una taza de agua por día. Y veremos al final de los cinco días si los steaks comunistas te alimentan mejor de lo que Dios te alimenta a ti”.
El pastor Pietro fue arrojado a una prisión. Y mientras estaba en prisión, todo el día, por supuesto, no tenía alimentos. Llegó la noche. Se arrodilló y dijo, “querido Dios, tú puedes mover obstáculos. Querido Dios tú puedes darme una bendición inesperada. Así que Dios, de alguna manera que yo no la entiendo, por favor, aliméntame” Comenzó a escuchar. Oyó, “miau, miau, miau”, y vio un gato. El gato fuera de la celda comenzó a mirarlo. Corrió hacia la celda, dejó un pedazo de pan, y salió corriendo de la celda.
El pastor Pietro dijo, “esto es suficiente para alimentarme”. Comió esa entera rebanada larga de pan. Fue nutrido al igual que el maná en el desierto.
Al siguiente día, el pastor Pietro no tenía nada más para comer. Estaba orando. Y mientras oraba, oyó “miau, miau”. ¿Y quién crees que era? El gato estaba regresando nuevamente, se deslizó por debajo de las rejas esta vez con una larga barra de pan en su boca, la dejó a los pies del pastor y salió corriendo.
El pastor Pietro partió ese pedazo de pan que había estado en la boca del gato y lo comió agradecido. Por cuatro días consecutivos, mientras el pastor Pietro oraba, decía “¡Señor, tú puedes mover obstáculos, tú puedes mover obstáculos. Tú puedes obrar milagros; tú eres el Dios de las bendiciones inesperadas!”
El gato vino cada día, dejaba el largo pedazo de pan a sus pies, y el pastor Pietro al comer ese pan se sentía nutrido.
Al quinto día, el capitán comunista regresó, golpeándose el estómago y dijo: “He estado comiendo bien los últimos cinco días, ¿cómo te ha ido predicador? Te ves tan flaco como siempre.
El pastor Pietro lo miró y dijo: “A decir verdad me va muy bien. He sido alimentado cada día”.
El capital comunista dijo, “¿Has sido alimentado cada día? ¡Voy a poner en prisión a la persona que te alimentó. Lo voy a perseguir y torturar!”.
El pastor Pietro sonrió y le dijo: “Señor, usted no va a creer esto, pero un gato me ha estado alimentando”. El capitán comunista miró y dijo, “¿¡Qué!?” Y entonces escuchó, “miau, miau”. El gato estaba regresando con otra barra de pan. El capitán dijo, “¡ese es mi gato, y ese es mi pan!”
¡Dios todavía obra Milagros! Si Dios desea alimentar a un pastor cristiano en una prisión con el pan de la mesa del capitán, él también puede obrar una bendición inesperada.
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