https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...
Apiano, el antiguo historiador romano, describe un asombroso incidente que presenció en la ciudad de Roma, en los días de Julio César. En el inmenso circo donde se estaba exhibiendo ante el pueblo una batalla entre fieras, fue presentado el esclavo de un amo cruel del norte de África. El esclavo se llamaba Androcles. Dice Apiano que cuando el león lo vio a la distancia, se detuvo como petrificado. Luego se fue aproximando lentamente hacia el hombre y empezó a lamerle las manos y los pies. Ante tan inusitada demostración de afecto, Androcles recuperó su valor y observó con detenimiento al animal. Julio César, maravillado por la escena que veían sus ojos, mandó llamar al esclavo y le preguntó la razón de tan increíble comportamiento por parte del animal. Entonces Androcles relató una extraña y cautivante historia. Confesó que, tras haber huido de un amo cruel, se había escondido en una cueva del desierto. Un león entró a la cueva cojeando y sangrando de una pata. Por sus gemidos, se notaba que la herida le dolía intensamente. Al principio Androcles tenía miedo, pero el león le extendió la pata, y el esclavo pudo ver en ella una enorme espina clavada. Androcles se la sacó y le vendó la pata lo mejor que pudo. Luego el león se acostó y durmió tranquilamente. Ahora, varios años mas tarde, el león y el esclavo se encontraban de nuevo, pero en el circo. Androcles había sido tratado por el león con la misma bondad con que él había curado a la fiera. Enrique Chaij. A pesar de todo, ¡Qué linda es la vida!. pág. 59.
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