https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...
Cuando el magnate de la industria norteamericana Wellington Burt (1831-1919) murió, nadie se imaginaba el extraño contenido de su testamento. Dejó una inmensa fortuna, que no podía transmitirse de forma inmediata a ninguno de sus descendientes. Había que esperar a que murieran todos sus hijos y todos sus nietos, contar veintiún años y entonces repartir el capital entre los descendientes que vivieran en ese momento. Tales condiciones no se cumplieron hasta 2010, casi un siglo después de su muerte. Así heredaron doce descendientes directos (bisnietos, tataranietos y choznos) que, sin haber conocido a su antepasado rico, recibieron su porción correspondiente de una herencia que sobrepasaba los cien millones de dólares. Nadie conoce las razones de esta excéntrica decisión. Pero es posible que fuera el deseo de continuar controlando, después de muerto, la vida de los demás. Las herencias suelen ser complicadas y con frecuencia causan serias disputas y rencores entre los herederos.
Pero la herencia del versículo de hoy supone mucho más que dinero o bienes materiales. Jehová nos transmite hijos en herencia. A pesar de ser el dueño de todas las cosas que hay en la tierra (Deuteronomio 10: 14), ha escogido darnos a los hijos como legado. Toda herencia, hasta la de los hijos, trae consigo problemas de administración y algunos quebraderos de cabeza, pero también proporciona satisfacciones y recompensas. Julián Melgoza y Laura Fidanza. Un corazón alegre. 2019, pág. 52
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