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¡Perdón, lo que puede hacer en una persona!

Louis Zamperini nació en 1917 en el seno de una familia de inmigrantes italianos en la ciudad de Olean (Nueva York, EE. UU). Desde joven se entregó al atletismo y logró participar en los juegos olímpicos de Berlín de 1936, donde el mismo Hitler le dio la mano y lo felicitó por una de sus marcas. Durante la Segunda Guerra Mundial, Louis se alistó en el ejército norteamericano y combatió en el frente del océano Pacífico. Un accidente mecánico en pleno vuelo hizo que el avión se precipitara al vacío y cayera al océano. Todos los tripulantes murieron excepto Louis y otros dos soldados que sobrevivieron en una balsa salvavidas. Con poquísima comida y nada de agua, pescaban lo que podían y bebían agua de lluvia. Uno de ellos murió. En medio de semejante situación trágica, Louis oró a Dios diciendo: «Si sobrevivo, te obedeceré y haré tu voluntad el resto de mi vida». Los náufragos alcanzaron las islas Marshall cuarenta y siete días después del accidente. Los japoneses no tardaron en hacerlos prisioneros. Los torturaron y los llevaron al Japón donde siguieron siendo maltratados hasta el final de la contienda en agosto de 1945. Pero Zamperini se olvidó de su promesa y acabó alcohólico y con estrés postraumático. Todas las noches sufría pesadillas en las que estrangulaba a sus captores japoneses. Odiaba a los japoneses con toda su alma. Su esposa lo persuadió para que asistiera a unas conferencias del predicador Billy Graham. Por medio de aquel mensaje Dios transformó su corazón y sus deseos de venganza se desvanecieron. Solo entonces recordó la promesa que había hecho a Dios en su naufragio seis años antes. Por primera vez durmió plácidamente y disfrutó de salud física y mental hasta su muerte a los noventa y siete años, vida que dedicó a predicar las virtudes de perdonar y no vengarse del mal que otros nos hagan. Viajó a Japón en 1950 y buscó a sus torturadores encarcelados por crímenes de guerra. Los abrazó, los perdonó y algunos incluso se convirtieron al cristianismo. Su historia fue llevada al cine en 2014 con el título Inquebrantable, dirigida por Angelina Jolie. Julian Melgoza y Laura Fidanza. Un Corazón alegre. 2019, pág. 73
El rey David, decía: "Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día" (Salmo 32:3), la confesión da paso para recibir el perdón de Dios, pero para que Dios nos perdone, nosotros tenemos que estar dispuesto a perdonar a nuestro hermano "Padre perdónanos, como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

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