Una de las estadísticas más impresionantes de la Segunda Guerra Mundial es la de la cantidad de personas que quisieron matar a Hittler. Informes alemanes desclasificados recientemente, junto con otras fuentes internacionales, arrojan el dato de cuarenta y dos intentos comprobados de asesinatos, y se cree que han sido mucho más que no están documentados. Entre ellos un estudiante, cuyos tres miembros fueron tan patéticos que los guardias de Hittler los descubrieron inmediatamente, y lo enviaron a la guillotina. Sus tres misiones tipo James Bond 007, consistían en enviar a tres agentes secretos bien entrenados con veneno y ratas explosivas.
Otro de los intentos de asesinatos de Hittler fue perpetrado por uno de los generales de su propio ejército. Utilizaron un maletín con una bomba que explotó el 20 de julio de 1944 en el lugar donde Hittler se reunía con su equipo, hiriendo a ocho personas. Hittler no perdió la vida, a pesar de que estaba allí, porque la madera de la mesa a la que estaba sentado lo protegió. Creyendo que era invencible y que contaba con la protección divina por haber sobrevivido a tantos intentos de asesinato, Hittler se burlaba abiertamente de quienes intentaban matarlo. Pero tras ese intento de asesinato que casi acabó con su vida, mandó a ejecutar a los culpables y a todos los militares de su propio ejército de los que sospechaban que querían acabar con él. Melissa y Greg Howell. Fusión 2016. Pág. 151
El rey David, sabía que la única seguridad estaba en Dios, no en los treinta valientes que custodiaban sus seguridad. ¡Guárdame oh Dios, porque solo en ti he confiado! (Salmo 16:1). Nos enseña que aquí en esta tierra no estamos seguros, a menos que nuestra confianza esté depositada en Dios.
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