Hace muchos años durante un servicio de culto, un muchachito tomo de la manga a un diácono que estaba recogiendo las ofrendas. El muchacho le susurró: “Por favor, ponga la bandeja de las ofrendas en el piso”. El hombre pensó que era una locura, pero notando la intensidad del rostro del muchachito, obedeció. Al no tener dinero para colocar en la bandeja, decidió ofrendarse a sí mismo al Señor. Parándose sobre la bandeja, el muchachito dijo: “Señor te entrego toda mi vida” El muchachito era Roberto Moffatt, que llegó a ser un notable misionero en África. Citado en: Mansell Ernest, Donald. Constante como el amanecer. México: Litografía Magnograf , 1993. Pág. 201.
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