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Mostrando las entradas etiquetadas como Conversión

Crisis vs oportunidad

https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...

¡Conversión en una prisión!

En plena segunda guerra mundial un paracaidista belga fue capturado por la Gestapo, la policía secreta oficial de la Alemania nazi, y confinado a un encierro solitario. En la celda contigua a la suya había un clérigo belga acusado, igual que él, de espionaje. Al cabo de unos días, estos hombres descubrieron que podían comunicarse entre si a través de la pared medianera, empleando el código Morse. En cierta ocasión, el paracaidista transmitió esta frase: «Es un infierno estar a solas con uno mismo». Pero en seguida el religioso le contestó desde el otro lado: «¡Es el cielo estar a solas con Dios!». A partir de ese curioso diálogo, el clérigo y el paracaidista siguieron comunicándose cada día mediante el código Morse, hasta que la fe se encendió en el corazón del joven soldado. Como resultado, Jesús lo transformó, allí mismo, en su solitario encierro. Cuando días más tarde se lo llevaron para ejecutarlo, el paracaidista, ahora cristiano, le transmitió con gran serenidad este mensaj...

Jesús, ¡El niño de la paz!

En la década de 1960, Don y Carol Richardson viajaron como misioneros a Nueva Guinea. Querían compartir el evangelio con el pueblo Sawi, un grupo de cazadores de cabezas caníbales que no tenían ni la Palabra ni el concepto de Dios. Después de aprender el idioma, los Richardson comenzaron a contar a los Sawi la historia de Jesús y de su crucifixión. A los Sawi les gustaba la historia, pero no del modo en que los misioneros esperaban. Desde la perspectiva de los Sawi, el héroe de la historia no había sido Jesús, sino Judas: en su cultura, el máximo acto heroico era pretender hacer la paz con el enemigo y, luego, traicionarlo y asesinarlo cuando menos lo esperara. En lo que respecta a los Sawi, Jesús fue un tonto por haber sido engañado tan fácilmente. Incapaces de convencer a las tribus Sawi de acabar con sus constantes peleas y matanzas, y desanimados por su falta de éxito en esparcir el evange­lio, los Richardson anunciaron que se irían. Temerosos de...

Palabra ¡Viva!

Cuando Roberto Moffat salió para el Africa como mensajero del príncipe de vida, se le advirtió que había un terrible jefe hotentote que saqueaba las poblaciones y mataba sus enemigos. Este monstruo, le dijeron, usaría el cráneo de Moffat como vaso para beber. Pero Moffat fue al jefe y le habló la palabra de vida, la cual penetró en su corazón y lo hizo vivir, convirtiéndolo en un cristiano.  ¿Qué cosas no puede hacer la gracia de Dios?, ¿Qué milagro no puede realizar? Citado en: E. Earl. Cleveland, Meditaciones Matinales Venid a mí. PublicacionesInteramericanas: Pacific Press Publishing Association Mountain View,  California, EE. UU. 1969), pág. 183 . "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón". (Heb. 4:12)

¡Otro hombre!

En cierta aldea había un hombre muy vil que vendía leña a sus vecinos. Siempre sacaba ventaja  cortando los troncos más cortos que los cuatro pies acostumbrados. Un día circuló la noticia de que el hombre se había convertido. Nadie le creyó. Mientras se discutía el asunto, un día, un cliente salió de su negocio y dijo: -Es cierto. Se ha convertido. -¿Cómo lo sabes? -le preguntaron. Medí la leña que cortó. Tiene unos buenos cuatro pies. Ciertamente era otro hombre. E. E. Cleveland. "Venid a mí". 1969. pág. 18.  También usted puede ser otro hombre en Cristo, la Biblia dice: "Por sus frutos, los conoceréis" (Mat. 7:20), solo la transformación que esa palabra revelada, que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser; puede redireccionar nuestra vida.