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Mostrando entradas de mayo, 2014

Crisis vs oportunidad

https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...

Ciegos definiendo a un elefante

En una lejana aldea oriental, llegó un día un viajero montado en un elefante. Al enterarse de la noticia, unos ciegos que mendigaban al borde del camino le pidieron que les dejara tocarlo, aunque solo fuera por un momento, para hacerse de una idea de como era. Y sin más se pusieron a palparlo. Cuando el visitante reemprendió la marcha, estallo entre los ciegos una viva discusión, no logrando ponerse de acuerdo sobre lo que habían palpado con sus propias manos. El que no había tocado más que la panza del animal, definía al elefante como una inmensa bola rugosa; el que habías estado aferrado a una pata definía lo describía como un tronco de árbol; el que se había agarrado de la trompa, lo comparaba con una blanda serpiente; y el que había permanecido asido de la cola lo comparaba con una pequeña cuerda. Y así dejaron de ser amigos, sobre la forma de algo que ninguno de ellos había visto.  Cuento oriental.   Roberto Badenas, Encuentros. Pág. 193.

Un milagro en la cárcel

En 1948 había un hombre de Dios. En esos días con el comunismo, era imposible para los cristianos imprimir libros o Biblias. Pero este hombre, lo llamaremos pastor Pietro tenía una máquina de escribir. Con aquella máquina él podía copiar pasajes de la Biblia y libros enteros. Una noche, un guardia de seguridad, informante que vivía en el apartamento de arriba, lo oyó escribir. Escuchó el tap, tap, tap de la máquina y llamó a la policía. A llegar, las fuerzas de seguridad patearon la puerta y dijeron “¡Esto está en contra la ley, usted está bajo arresto!” Lo encarcelaron donde había un corpulento capitán de las fuerzas comunistas, quien al mirar a Pietro, un hombre muy pequeño y delgado, le dijo: “Tengo una pregunta, ¿tú oras antes de comer?” “Oh sí, yo oro antes de comer y le agradezco a Dios”. “Bueno, parece que Dios no está haciendo un buen trabajo contigo. Y te diré por qué, porque estás muy, muy delgado. Si Dios estuviera haciendo un buen trabajo contigo, te alimentaría mejor....

Ella necesitaba la Cruz

Fue una de las más grandes ceremonias del antiguo imperio soviético que se celebró en la Plaza Roja. El funeral del líder soviético Leonid Brezhnev. La banda de bronce estaba allí. Todo fue planificado para dar la impresión de la gloria y el esplendor del emperador. Todo fue coreografiado hasta el último detalle. Columna tras columna de soldados rusos. Oleada tras oleada de sofisticados equipos militares. Dignatarios de todo el mundo. La banda militar tocó. Todo estuvo de acuerdo al libreto, excepto una cosa: Mientras la cámara se aproximaba a la viuda de Leonid Brezhnev, quien permanecía en pie al lado del ataúd del líder soviético, disimuladamente hizo el signo de la cruz. Ella hizo el signo de la cruz. El mundo comunista quedó estupefacto. Hizo el signo de la cruz en un momento de quebrantamiento, en un momento de necesidad –ella necesitaba la cruz.   Aún hay Esperanza. pág. 20