https://images.pexels.com/photos/1633578/pexels-photo-1633578.jpeg?cs=srgb&dl=pexels-rajesh-tp-1633578.jpg&fm=jpg Un día, un hombre honrado y trabajador se propuso dejar el empleo que tenía en una fábrica para abrir su propio negocio. Su entusiasmo era tal que no le quedaba tiempo para leer el periódico, ver televisión o reunirse con sus amigos en la cantina para hablar de cómo estaba el mundo. En cuanto salía de la fábrica dedicaba todo su tiempo y todas sus energías al negocio que estaba por abrir. Visitó a proveedores, hizo todo el papeleo legal necesario, alquiló un pequeño local que se encontraba a un lado de una carretera bastante transitada, equipó la cocina, entrevistó a sus futuros empleados e hizo una larga lista de cosas hasta que finalmente, unos meses después, pudo abrir su negocio de venta hamburguesas y así renunciar a su antiguo empleo. El negocio floreció rápidamente ya que allí se vendías las mejores hamburguesas con papas fritas de toda la zona. Al principio ...
En una lejana aldea oriental, llegó un día un viajero montado en un elefante. Al enterarse de la noticia, unos ciegos que mendigaban al borde del camino le pidieron que les dejara tocarlo, aunque solo fuera por un momento, para hacerse de una idea de como era. Y sin más se pusieron a palparlo. Cuando el visitante reemprendió la marcha, estallo entre los ciegos una viva discusión, no logrando ponerse de acuerdo sobre lo que habían palpado con sus propias manos. El que no había tocado más que la panza del animal, definía al elefante como una inmensa bola rugosa; el que habías estado aferrado a una pata definía lo describía como un tronco de árbol; el que se había agarrado de la trompa, lo comparaba con una blanda serpiente; y el que había permanecido asido de la cola lo comparaba con una pequeña cuerda. Y así dejaron de ser amigos, sobre la forma de algo que ninguno de ellos había visto. Cuento oriental. Roberto Badenas, Encuentros. Pág. 193.