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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Compasión de un General

El general Dwight D. Eisenhower no  solamente ganó reputación por su coraje durante la segunda guerra mundial, sino también por la manera como trataba a sus soldados. Siendo comandante por las Fuerzas Aliadas, se mezclaba con sus tropas para darles ánimo y apoyo. Se cuenta que durante una de las mayores luchas ofensivas contra las fuerzas nazis, el general Eisenhower estaba caminando cerca del río Rin, cuando, de pronto, avanzó precipitadamente hacia un soldado que parecía estar desanimado y abatido. -¿Cómo te sientes, hijo? -le preguntó.  -General, estoy terriblemente nervioso -fue la respuesta. -Bueno, entonces tú y yo formamos una dupla, porque me siento exáctamente igual. Creo que si hacemos una caminata juntos nos haría bien a ambos. Samaan, Philip G. El Método de Cristo para testificar. Miami, Florida: E.U.A: Asociación Publicadora Interamericana, 1990. Pág.58

¡Nos dio todo lo que tenía!

Un modesto labrador chino vivía en la cumbre de una colina. Y cierto día advirtió c omo un maremoto hizo retirar de la playa cercana las aguas del mar. Enseguida comprendió que eso provocaría el regreso de olas enormes, las cuales inundarían los valles más bajos. Los habitantes de esos valles estaban ajenos del peligro que corrían. ¿Cómo podría darles el aviso para que escaparan? Por fin el agricultor prendió fuego, resueltamente, al galpón donde guardaba el arroz. Mientras las llamas consumían el granero, el hombre hizo sonar el gong que se utilizaba para los casos de incendio. Cuando los vecinos vieron el humo en lo alto de la colina y escucharon el llamado de auxilio, todos corrieron para prestar ayuda. Y pocos minutos más tarde, desde esa elevada posición, vieron cómo las olas cubrían los campos que acababan de abandonar. Años después, cuando falleció el valiente labrador, los habitantes de la comarca levantaron un monumento en su honor y sobre él escribieron: “Nos dio todo lo

¡Coherederos con Cristo!

Un nuevo converso desanimado  fue a hablar con el cristiano chino Watchman Nee.“No importa cuánto oro, cuánto me esfuerzo, no parezco poder ser fiel a mi Señor. Pienso que estoy perdiendo mi salvación’. Nee le respondió: ¿Ves este perro aquí? Es mi perro. Está adiestrado para vivir en la casa; nunca ensucia nada; es obediente; es una delicia para mí. En la casa tengo un hijo, un bebé. Ensucia todo, tira la comida por todas partes, mancha su ropa, es un desastre total. Pero ¿quién heredará mi reino? No será mi perro; mi hijo es mi heredero. Tú eres el heredero de Jesucristo porque es por ti que él murió ”  (Lou Nichole, Hebrews, pág. 31). Nosotros también somos herederos de Dios, no por nuestros propios méritos, sino por su gracia.

¡Necesito a Dios!

Cuando Rudyard Kipling (1865-1936), el gran genio de la literatura universal, visitó los Estados Unidos, fue acometido por una seria enfermedad. Mientras ardía de fiebre, recibió la visita de un médico. Era medianoche. Después de medicarlo, el médico le recomendó reposo absoluto. pera a medida que las horas corrían, en su delirio, el paciente murmuraba: "Yo necesito". La enfermera no se atrevía a interrogarlo en cuanto a cuál era su necesidad, perturbándolo en su reposo. Pero ya que él insistía en repetir las palabras "Yo necesito", ella se aventuró a preguntarle en un susurro: "¿Qué es lo que necesita?" La respuesta llegó inmediatamente y sin titubeos: "Yo necesito a Dios" ¡Cuánto necesitamos de Dios, especialmente cuando nos sentimos en el "valle de sombra de muerte", o cuando la sombra de la noche de las aflicciones nos circunda el corazón!. Citado en: De Oliveira, Enoch. ¡Buenos días, Señor!. (México: Asociación Publicadora In

¡Confesión de un amigo de Livingstone!

Cuando Livingstone fue sepultado en la abadía de Westminster, se apiñaron miles de personas en las calles para prestar un último homenaje al gran misionero en África. En medio de la multitud había un hombre encanecido, vestido modestamente, que lloraba convulsivamente. Alguien le preguntó por qué lloraba cuando todos trataban de honrar al ilustre muerto. "Le diré por qué", respondió el hombre bañado en lágrimas. "David Livingstone y yo, nacimos en el mismo pueblo, crecimos en la misma escuela, fuimos a la misma iglesia, trabajamos juntos en la misma sala, pero David siguió el camino del evangelio y yo lo desprecié. Ahora él es honrado por toda la nación y por los cristianos de todas partes, pero yo soy olvidado, desconocido e ignorado. No tengo nada que esperar del futuro a no ser la sepultura de un alcohólico". De Oliveira, Enoch. ¡Buenos días, Señor!. (México: Asociación Publicadora Interamericana, 2001), pág. 52.

¡Muerto de miedo!

En la revista Constellación, de enero de 1949, se publicó una dramática narración relacionada con la muerte de un lavador de una empresa ferroviaria. Por descuido o negligencia, el desventurado empleado quedó preso dentro de un vagón frigorífico. Después de un corto viaje de aproximadamente 30 kilómetros, fue encontrado muerto. Pero poco antes de morir escribió la siguiente nota,  en la que retrató su terrible agonía: "El frío aumenta. Temo que nadie vendrá en mi socorro. Me estoy congelando lentamente y mis miembros se están adormeciendo. Siento que ya no tengo fuerzas para escribir". Cuando se hizo la autopsia se constató que el lavador de vagones no había muerto de frío. Después descubrieron que el refrigerador no estaba funcionando. La tragedia de este desventurado hombre ilustra en forma objetiva la acción homicida del miedo, sobretodo cuando nuestra mente nos hace experimentar sensaciones de miedo, temor, irreales como si fuera real. En dado caso, las palabras del sa