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Hipocresía, la experiencia de Gandhi y un cantante

Cierta vez Mahatma Gandhi (1869-1948), el lider hindú, viajaba en un tren de tercera clase. A pesar de su popularidad, nadie de los que viajaban con él lo reconoció. Un pasajero, demostrando falta de consideración para con los demás, escupía constantemente en el piso. Gandhi serenamente lo exhortó, destacando el peligro que tan mal hábito podría significar para la salud de los demás pasajeros. El hombre se irritó y respondió con exasperación. -No se meta en mi vida. ¿Quién es usted para pretender corregirme?. Después continuó escupiendo, indiferente a los escrúpulos de los demás. Gandhi se mantuvo en silencio. Poco después aquel hombre, tomando su guitarra, comenzó a cantar una música popular en honor a Gandhi. En la estación en la que iba a desembarcar había una multitud reunida para honrar al ilustre visitante. El hombre al darse cuenta de que la persona a quien había molestado con su hábito antihigiénico no era otra sino el festejado héroe nacional, se postró delante de Gand

¡Ave en libertad!

El barco Wieland, en uno de sus viajes, llevaba enjaulados un gran número de pájaros. Cuando estaba en alta mar, uno de los pájaros huyó. Levantó vuelo, se distanció y desapareció en el horizonte. Disfrutando de la libertad en plenitud, la pequeña ave hendía los aires batiendo alegremente las alas. Pero, pasadas algunas horas, apareció de nuevo, esforzándose por alcanzar el navío. Finalmente, extenuado, y no encontrándo lugar para posar, arqueándose, se posó en la cubierta de la embarcación. Había volado lejos, pero, después, con gran ansiedad buscaba de nuevo el navío que ya no consideraba una prisión sino un querido hogar. La experiencia de este pájaro ilustra el drama de los que huyen de la "prisión" de la iglesia y se alejan de Dios. Cansados por las restricciones que la religión impone, fascinados por la "libertad" que el mundo ofrece, abandonan la "embarcación de Sión". Sin embargo, los que no se pierden en la amplitud del mal, con el corazón arqu

¿Está tu nombre en venta?

En 1927 Charles A. Lindgergh fue el primero en cruzar el Océano Atlántico en avión. El vuelo duró 33 horas y media. Esta hazaña le dio mucha fama a Lindbergh y numerosas compañías le pidieron que hiciera propaganda para sus productos. Aún no se conocía la relación que hay entre el tabaco y el cáncer, pero Lindbergh rehusó una gran cantidad de dinero de una compañía que quería que su retrato apareciera en una propaganda de cigarrillos. Lindbergh, que llegó a ser coronel de la Fuerza Aérea de su país y fue por un tiempo consejero técnico de la Pan American Airways, había aprendido a disciplinarse a sí mismo. Este rechazo suyo tan decidido demostró que ni la popularidad ni el dinero le podía hacer cambiar su determinación de controlarse a sí mismo. Robert E. Lee, considerado como uno de los grandes dirigentes militares. Cierta vez le ofrecieron diez mil dólares -suma muy elevada a su tiempo- si permitía que su nombre se usara   en relación con un juego de lotería. Lee, necesitaba ese

¡Echa tu pan sobre las aguas!

Jack Goldsmith, decidió “Echar su pan sobre las aguas” (Ecles. 11:1), cuando estaba en una playa de Australia. En una botella depositó en su interior propaganda cristiana con una dirección adonde podían pedir más información. Después se aseguró que estuviera hermético para que el agua no le entrara, y entonces lo lanzó al mar. Tiempo después, Jalad Seyong, se paseaba por la playa cerca de su casa en Malasia, cuando vio una botella flotando en el mar, se metió al agua   y lo sacó, lo abrió para ver si alguien necesitaba ayuda. Encontró la propaganda cristiana que Jack había puesto desde Australia, vio la dirección y escribió. A los pocos días recibió una serie de lecciones bíblicas   de la misión de los adventistas situada en Sabah. Este joven había sido criado en un hogar mahometano. Sin embargo, su curiosidad y su deseo de aprender más, le permitieron romper los prejuicios religiosos y se puso a estudiar las lecciones. A veces hacía preguntas cuyas respuestas le llegaban en cartas

Alejandro Magno y Jesús

Hay un contraste interesante entre la vida de Alejandro Magno y Jesús: Ambos murieron a la edad de 33 años Uno vivió para sí; el otro, para ti y para mí. El griego murió en un trono; el judío sobre una cruz; La vida de uno pareció ser un triunfo; la del otro, una gran derrota. Uno dirigió grandes ejércitos; el otro anduvo solo. Uno derramó la sangre de todo el mundo; el otro dio la suya propio. Uno conquistó el mundo durante toda su vida, pero lo perdió a su muerte; El otro perdió su vida para ganar la fe y confianza de todo el mundo. El griego esclavizó a los hombres; el judío los libertó; Uno fundó su trono sobre la sangre; el otro sobre el amor. Uno tuvo su origen en la tierra; el otro, en el cielo. Uno conquistó toda la tierra, pero perdió la tierra y el cielo; El otro lo entregó todo para poder recibirlo todo. El griego murió para siempre; el judío, vive para siempre. Uno perdió todo lo que conquistó; el otro ganó todo lo que entregó. (Charles Ross Weede) Citado en: Hills,

Una visión diferente

Cuando Christopher Wren, el famoso arquitecto británico que diseñó la catedral de San Pablo en Londres, iba caminando un día por el edificio en construcción, les preguntó a varios obreros lo que estaban haciendo. Uno de ellos dijo que estaba poniendo ladrillos, otro dijo que estaba poniendo las ventanas de colores en su lugar, y otro dijo que estaba haciendo trabajos de carpintería. Ninguna de esas respuestas eran las que Christopher quería escuchar. Cuando salía de la construcción, se encontró con un hombre que estaba haciendo mezcla. Entonces le hizo la misma pregunta. Levantando los ojos de su humilde tarea, el obrero respondió con orgullo: “Señor, estoy construyendo una gran catedral”. ¡Qué respuesta! ¡Qué visión! La mayoría de los obreros no veían más allá del trabajo particular que estaban realizando en ese momento, pero he aquí un hombre que, aunque estaba realizando un trabajo humilde, miraba más allá de la mezcla y tenía una visión diferente de lo que estaba haciendo. Citad

Entrega Total

Hace muchos años durante un servicio de culto, un muchachito tomo de la manga a un diácono que estaba recogiendo las ofrendas. El muchacho le susurró: “Por favor, ponga la bandeja de las ofrendas en el piso”. El hombre pensó que era una locura, pero notando la intensidad del rostro del muchachito, obedeció. Al no tener dinero para colocar en la bandeja, decidió ofrendarse a sí mismo al Señor. Parándose   sobre la bandeja, el muchachito dijo: “Señor te entrego toda mi vida” El muchachito era Roberto Moffatt, que llegó a ser un notable misionero en África. Citado en: Mansell Ernest, Donald. Constante como el amanecer.   México: Litografía Magnograf , 1993. Pág. 201.