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¡Su valor estaba escondido!

Cuando regresaba a su país, un misionero estadounidense compró en un mercadillo de Hong Kong un collar que le costó 30 dólares. Un joyero que lo vio en San Francisco (EE.UU.) le ofreció 500 dólares por el collar, pero el misionero no lo quiso vender. Más tarde, de visita en la ciudad de Nueva York, entró en la famosa joyería Tiffany y pidió que lo tasaran. Así lo hicieron ¡y lo valoraron en 30.000 dólares! Además, le aseguraron que estaban dispuestos a comprárselo. El misionero, asombrado, aceptó venderlo, pero con una condición: que le dijesen cuál era el secreto de su valor. El dependiente le mostró detrás de cada gema dos iniciales: N. J. El collar era una pieza histórica. Se trataba del regalo de bodas de Napoleón Bonaparte a su esposa Josefina.   Carlos Puyol. "Pero hay un Dios en los cielos" Pág. 172. Matinal Adultos. ACES. El Cristiano, tiene también un valor escondido. El cristiano que ha muerto al mundo, esta vivo para Dios y el Apóstol Pablo afirma: "Vues

Confesión, de Lance Edward Armstrong

L ance Edward Armstrong, nacido en 1971 en Austin (Texas), superviviente de  un cáncer, casado y padre de cinco hijos que, desde 1999 hasta 2005, fue siete  veces consecutivas ganador del Tour de Francia, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes en el 2000 y creador de la Fundación Livestrong contra el cáncer, fue denunciado en junio de 2012 por algunos de sus compañeros de equipo y acusado formalmente de dopaje continuado por la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA, por sus siglas en inglés). Esta organización presentó el 10 de octubre del mismo año un informe ante la Unión Ciclista Internacional (UCI) donde acusó a Armstrong de utilizar el sistema más sofisticado, profesionalizado y eficaz de dopaje que el deporte jamás había visto. El 22 de octubre, la UCI hizo efectiva una sanción de por vida desposeyéndole de sus siete Tours y de todos los títulos ganados desde 1998. El 14 de enero de 2013, en una entrevista con la famosa periodista Oprah Winfrey, Amstrong reconoció q

Hammurabi, y la ley sobre el matrimonio

Hammurabi fue un rey amorreo del Imperio babilónico que vivió en el siglo XVIII a.C. y reinó entre 1792 y 1750 a.C., coincidiendo con la época patriarcal. A él se atribuye la recopilación y exposición pública de un conjunto de leyes civiles que grabó en una estela de basalto negro de 2,25 metros de altura, compuesta por 39 columnas con 3.624 líneas de escritura cuneiforme. En las secciones 144 a 146, se prescribe: “Si un hombre libre se ha casado con una sacerdotisa y si esta no le ha dado hijos porque es estéril, la esposa podrá dar a su marido, como concubina, a una esclava para que entre en su casa y tenga hijos con ella. Si la esclava tuviere hijos, no podrá igualarse con su señora por ello y si se ensoberbeciere con la dueña, la señora no podrá venderla; la marcará y la tendrá entre sus esclavos”. Citado en: " Pero hay un Dios en los cielos "   Carlos Puyol. Pág. 111. Esto nos permite entender el contexto de la relación que tuvo Abraham y su criada Agar, la egipcia,

¿Dónde está Dios ahora?

Elie Wiesel, un superviviente del campo de exterminio de Auschwitz, en su obra La   Noche : «Un día al volver del trabajo vimos tres horcas levantadas en la explanada, tres cuervos negros. Se pasa lista. Los SS alrededor de nosotros, las metralletas apuntando: la ceremonia tradicional. Tres víctimas encadenadas… y uno de ellos, el pequeño criado, el ángel de los ojos tristes. »Los SS parecían más ocupados, más inquietos que de costumbre. Colgar a un chiquillo ante miles de espectadores no era cualquier cosa. El jefe del campo leyó la sentencia. Todos los ojos estaban fijos en el niño. Estaba lívido, casi tranquilo, mordiéndose los labios. La sombra de la horca caía sobre él… Los tres condenados subieron a la vez sobre sus sillas. Los tres cuellos fueron introducidos al mismo tiempo en los nudos corredizos. »─¡Viva la libertad! ─gritaron los dos adultos. »El pequeño callaba. »─¿Dónde está Dios? ¿Dónde está? ─preguntó alguien detrás de mí. »A una señal del jefe del campo las tres sil

Ciegos definiendo a un elefante

En una lejana aldea oriental, llegó un día un viajero montado en un elefante. Al enterarse de la noticia, unos ciegos que mendigaban al borde del camino le pidieron que les dejara tocarlo, aunque solo fuera por un momento, para hacerse de una idea de como era. Y sin más se pusieron a palparlo. Cuando el visitante reemprendió la marcha, estallo entre los ciegos una viva discusión, no logrando ponerse de acuerdo sobre lo que habían palpado con sus propias manos. El que no había tocado más que la panza del animal, definía al elefante como una inmensa bola rugosa; el que habías estado aferrado a una pata definía lo describía como un tronco de árbol; el que se había agarrado de la trompa, lo comparaba con una blanda serpiente; y el que había permanecido asido de la cola lo comparaba con una pequeña cuerda. Y así dejaron de ser amigos, sobre la forma de algo que ninguno de ellos había visto.  Cuento oriental.   Roberto Badenas, Encuentros. Pág. 193.

Un milagro en la cárcel

En 1948 había un hombre de Dios. En esos días con el comunismo, era imposible para los cristianos imprimir libros o Biblias. Pero este hombre, lo llamaremos pastor Pietro tenía una máquina de escribir. Con aquella máquina él podía copiar pasajes de la Biblia y libros enteros. Una noche, un guardia de seguridad, informante que vivía en el apartamento de arriba, lo oyó escribir. Escuchó el tap, tap, tap de la máquina y llamó a la policía. A llegar, las fuerzas de seguridad patearon la puerta y dijeron “¡Esto está en contra la ley, usted está bajo arresto!” Lo encarcelaron donde había un corpulento capitán de las fuerzas comunistas, quien al mirar a Pietro, un hombre muy pequeño y delgado, le dijo: “Tengo una pregunta, ¿tú oras antes de comer?” “Oh sí, yo oro antes de comer y le agradezco a Dios”. “Bueno, parece que Dios no está haciendo un buen trabajo contigo. Y te diré por qué, porque estás muy, muy delgado. Si Dios estuviera haciendo un buen trabajo contigo, te alimentaría mejor.

Ella necesitaba la Cruz

Fue una de las más grandes ceremonias del antiguo imperio soviético que se celebró en la Plaza Roja. El funeral del líder soviético Leonid Brezhnev. La banda de bronce estaba allí. Todo fue planificado para dar la impresión de la gloria y el esplendor del emperador. Todo fue coreografiado hasta el último detalle. Columna tras columna de soldados rusos. Oleada tras oleada de sofisticados equipos militares. Dignatarios de todo el mundo. La banda militar tocó. Todo estuvo de acuerdo al libreto, excepto una cosa: Mientras la cámara se aproximaba a la viuda de Leonid Brezhnev, quien permanecía en pie al lado del ataúd del líder soviético, disimuladamente hizo el signo de la cruz. Ella hizo el signo de la cruz. El mundo comunista quedó estupefacto. Hizo el signo de la cruz en un momento de quebrantamiento, en un momento de necesidad –ella necesitaba la cruz.   Aún hay Esperanza. pág. 20