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¡Confesión de un amigo de Livingstone!

Cuando Livingstone fue sepultado en la abadía de Westminster, se apiñaron miles de personas en las calles para prestar un último homenaje al gran misionero en África. En medio de la multitud había un hombre encanecido, vestido modestamente, que lloraba convulsivamente. Alguien le preguntó por qué lloraba cuando todos trataban de honrar al ilustre muerto. "Le diré por qué", respondió el hombre bañado en lágrimas. "David Livingstone y yo, nacimos en el mismo pueblo, crecimos en la misma escuela, fuimos a la misma iglesia, trabajamos juntos en la misma sala, pero David siguió el camino del evangelio y yo lo desprecié. Ahora él es honrado por toda la nación y por los cristianos de todas partes, pero yo soy olvidado, desconocido e ignorado. No tengo nada que esperar del futuro a no ser la sepultura de un alcohólico". De Oliveira, Enoch. ¡Buenos días, Señor!. (México: Asociación Publicadora Interamericana, 2001), pág. 52.

¡Muerto de miedo!

En la revista Constellación, de enero de 1949, se publicó una dramática narración relacionada con la muerte de un lavador de una empresa ferroviaria. Por descuido o negligencia, el desventurado empleado quedó preso dentro de un vagón frigorífico. Después de un corto viaje de aproximadamente 30 kilómetros, fue encontrado muerto. Pero poco antes de morir escribió la siguiente nota,  en la que retrató su terrible agonía: "El frío aumenta. Temo que nadie vendrá en mi socorro. Me estoy congelando lentamente y mis miembros se están adormeciendo. Siento que ya no tengo fuerzas para escribir". Cuando se hizo la autopsia se constató que el lavador de vagones no había muerto de frío. Después descubrieron que el refrigerador no estaba funcionando. La tragedia de este desventurado hombre ilustra en forma objetiva la acción homicida del miedo, sobretodo cuando nuestra mente nos hace experimentar sensaciones de miedo, temor, irreales como si fuera real. En dado caso, las palabras del sa

Hipocresía, la experiencia de Gandhi y un cantante

Cierta vez Mahatma Gandhi (1869-1948), el lider hindú, viajaba en un tren de tercera clase. A pesar de su popularidad, nadie de los que viajaban con él lo reconoció. Un pasajero, demostrando falta de consideración para con los demás, escupía constantemente en el piso. Gandhi serenamente lo exhortó, destacando el peligro que tan mal hábito podría significar para la salud de los demás pasajeros. El hombre se irritó y respondió con exasperación. -No se meta en mi vida. ¿Quién es usted para pretender corregirme?. Después continuó escupiendo, indiferente a los escrúpulos de los demás. Gandhi se mantuvo en silencio. Poco después aquel hombre, tomando su guitarra, comenzó a cantar una música popular en honor a Gandhi. En la estación en la que iba a desembarcar había una multitud reunida para honrar al ilustre visitante. El hombre al darse cuenta de que la persona a quien había molestado con su hábito antihigiénico no era otra sino el festejado héroe nacional, se postró delante de Gand

¡Ave en libertad!

El barco Wieland, en uno de sus viajes, llevaba enjaulados un gran número de pájaros. Cuando estaba en alta mar, uno de los pájaros huyó. Levantó vuelo, se distanció y desapareció en el horizonte. Disfrutando de la libertad en plenitud, la pequeña ave hendía los aires batiendo alegremente las alas. Pero, pasadas algunas horas, apareció de nuevo, esforzándose por alcanzar el navío. Finalmente, extenuado, y no encontrándo lugar para posar, arqueándose, se posó en la cubierta de la embarcación. Había volado lejos, pero, después, con gran ansiedad buscaba de nuevo el navío que ya no consideraba una prisión sino un querido hogar. La experiencia de este pájaro ilustra el drama de los que huyen de la "prisión" de la iglesia y se alejan de Dios. Cansados por las restricciones que la religión impone, fascinados por la "libertad" que el mundo ofrece, abandonan la "embarcación de Sión". Sin embargo, los que no se pierden en la amplitud del mal, con el corazón arqu

¿Está tu nombre en venta?

En 1927 Charles A. Lindgergh fue el primero en cruzar el Océano Atlántico en avión. El vuelo duró 33 horas y media. Esta hazaña le dio mucha fama a Lindbergh y numerosas compañías le pidieron que hiciera propaganda para sus productos. Aún no se conocía la relación que hay entre el tabaco y el cáncer, pero Lindbergh rehusó una gran cantidad de dinero de una compañía que quería que su retrato apareciera en una propaganda de cigarrillos. Lindbergh, que llegó a ser coronel de la Fuerza Aérea de su país y fue por un tiempo consejero técnico de la Pan American Airways, había aprendido a disciplinarse a sí mismo. Este rechazo suyo tan decidido demostró que ni la popularidad ni el dinero le podía hacer cambiar su determinación de controlarse a sí mismo. Robert E. Lee, considerado como uno de los grandes dirigentes militares. Cierta vez le ofrecieron diez mil dólares -suma muy elevada a su tiempo- si permitía que su nombre se usara   en relación con un juego de lotería. Lee, necesitaba ese

¡Echa tu pan sobre las aguas!

Jack Goldsmith, decidió “Echar su pan sobre las aguas” (Ecles. 11:1), cuando estaba en una playa de Australia. En una botella depositó en su interior propaganda cristiana con una dirección adonde podían pedir más información. Después se aseguró que estuviera hermético para que el agua no le entrara, y entonces lo lanzó al mar. Tiempo después, Jalad Seyong, se paseaba por la playa cerca de su casa en Malasia, cuando vio una botella flotando en el mar, se metió al agua   y lo sacó, lo abrió para ver si alguien necesitaba ayuda. Encontró la propaganda cristiana que Jack había puesto desde Australia, vio la dirección y escribió. A los pocos días recibió una serie de lecciones bíblicas   de la misión de los adventistas situada en Sabah. Este joven había sido criado en un hogar mahometano. Sin embargo, su curiosidad y su deseo de aprender más, le permitieron romper los prejuicios religiosos y se puso a estudiar las lecciones. A veces hacía preguntas cuyas respuestas le llegaban en cartas

Alejandro Magno y Jesús

Hay un contraste interesante entre la vida de Alejandro Magno y Jesús: Ambos murieron a la edad de 33 años Uno vivió para sí; el otro, para ti y para mí. El griego murió en un trono; el judío sobre una cruz; La vida de uno pareció ser un triunfo; la del otro, una gran derrota. Uno dirigió grandes ejércitos; el otro anduvo solo. Uno derramó la sangre de todo el mundo; el otro dio la suya propio. Uno conquistó el mundo durante toda su vida, pero lo perdió a su muerte; El otro perdió su vida para ganar la fe y confianza de todo el mundo. El griego esclavizó a los hombres; el judío los libertó; Uno fundó su trono sobre la sangre; el otro sobre el amor. Uno tuvo su origen en la tierra; el otro, en el cielo. Uno conquistó toda la tierra, pero perdió la tierra y el cielo; El otro lo entregó todo para poder recibirlo todo. El griego murió para siempre; el judío, vive para siempre. Uno perdió todo lo que conquistó; el otro ganó todo lo que entregó. (Charles Ross Weede) Citado en: Hills,