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¡Coherederos con Cristo!

Un nuevo converso desanimado  fue a hablar con el cristiano chino Watchman Nee.“No importa cuánto oro, cuánto me esfuerzo, no parezco poder ser fiel a mi Señor. Pienso que estoy perdiendo mi salvación’. Nee le respondió: ¿Ves este perro aquí? Es mi perro. Está adiestrado para vivir en la casa; nunca ensucia nada; es obediente; es una delicia para mí. En la casa tengo un hijo, un bebé. Ensucia todo, tira la comida por todas partes, mancha su ropa, es un desastre total. Pero ¿quién heredará mi reino? No será mi perro; mi hijo es mi heredero. Tú eres el heredero de Jesucristo porque es por ti que él murió ”  (Lou Nichole, Hebrews, pág. 31). Nosotros también somos herederos de Dios, no por nuestros propios méritos, sino por su gracia.

¡Necesito a Dios!

Cuando Rudyard Kipling (1865-1936), el gran genio de la literatura universal, visitó los Estados Unidos, fue acometido por una seria enfermedad. Mientras ardía de fiebre, recibió la visita de un médico. Era medianoche. Después de medicarlo, el médico le recomendó reposo absoluto. pera a medida que las horas corrían, en su delirio, el paciente murmuraba: "Yo necesito". La enfermera no se atrevía a interrogarlo en cuanto a cuál era su necesidad, perturbándolo en su reposo. Pero ya que él insistía en repetir las palabras "Yo necesito", ella se aventuró a preguntarle en un susurro: "¿Qué es lo que necesita?" La respuesta llegó inmediatamente y sin titubeos: "Yo necesito a Dios" ¡Cuánto necesitamos de Dios, especialmente cuando nos sentimos en el "valle de sombra de muerte", o cuando la sombra de la noche de las aflicciones nos circunda el corazón!. Citado en: De Oliveira, Enoch. ¡Buenos días, Señor!. (México: Asociación Publicadora In

¡Confesión de un amigo de Livingstone!

Cuando Livingstone fue sepultado en la abadía de Westminster, se apiñaron miles de personas en las calles para prestar un último homenaje al gran misionero en África. En medio de la multitud había un hombre encanecido, vestido modestamente, que lloraba convulsivamente. Alguien le preguntó por qué lloraba cuando todos trataban de honrar al ilustre muerto. "Le diré por qué", respondió el hombre bañado en lágrimas. "David Livingstone y yo, nacimos en el mismo pueblo, crecimos en la misma escuela, fuimos a la misma iglesia, trabajamos juntos en la misma sala, pero David siguió el camino del evangelio y yo lo desprecié. Ahora él es honrado por toda la nación y por los cristianos de todas partes, pero yo soy olvidado, desconocido e ignorado. No tengo nada que esperar del futuro a no ser la sepultura de un alcohólico". De Oliveira, Enoch. ¡Buenos días, Señor!. (México: Asociación Publicadora Interamericana, 2001), pág. 52.

¡Muerto de miedo!

En la revista Constellación, de enero de 1949, se publicó una dramática narración relacionada con la muerte de un lavador de una empresa ferroviaria. Por descuido o negligencia, el desventurado empleado quedó preso dentro de un vagón frigorífico. Después de un corto viaje de aproximadamente 30 kilómetros, fue encontrado muerto. Pero poco antes de morir escribió la siguiente nota,  en la que retrató su terrible agonía: "El frío aumenta. Temo que nadie vendrá en mi socorro. Me estoy congelando lentamente y mis miembros se están adormeciendo. Siento que ya no tengo fuerzas para escribir". Cuando se hizo la autopsia se constató que el lavador de vagones no había muerto de frío. Después descubrieron que el refrigerador no estaba funcionando. La tragedia de este desventurado hombre ilustra en forma objetiva la acción homicida del miedo, sobretodo cuando nuestra mente nos hace experimentar sensaciones de miedo, temor, irreales como si fuera real. En dado caso, las palabras del sa

Hipocresía, la experiencia de Gandhi y un cantante

Cierta vez Mahatma Gandhi (1869-1948), el lider hindú, viajaba en un tren de tercera clase. A pesar de su popularidad, nadie de los que viajaban con él lo reconoció. Un pasajero, demostrando falta de consideración para con los demás, escupía constantemente en el piso. Gandhi serenamente lo exhortó, destacando el peligro que tan mal hábito podría significar para la salud de los demás pasajeros. El hombre se irritó y respondió con exasperación. -No se meta en mi vida. ¿Quién es usted para pretender corregirme?. Después continuó escupiendo, indiferente a los escrúpulos de los demás. Gandhi se mantuvo en silencio. Poco después aquel hombre, tomando su guitarra, comenzó a cantar una música popular en honor a Gandhi. En la estación en la que iba a desembarcar había una multitud reunida para honrar al ilustre visitante. El hombre al darse cuenta de que la persona a quien había molestado con su hábito antihigiénico no era otra sino el festejado héroe nacional, se postró delante de Gand

¡Ave en libertad!

El barco Wieland, en uno de sus viajes, llevaba enjaulados un gran número de pájaros. Cuando estaba en alta mar, uno de los pájaros huyó. Levantó vuelo, se distanció y desapareció en el horizonte. Disfrutando de la libertad en plenitud, la pequeña ave hendía los aires batiendo alegremente las alas. Pero, pasadas algunas horas, apareció de nuevo, esforzándose por alcanzar el navío. Finalmente, extenuado, y no encontrándo lugar para posar, arqueándose, se posó en la cubierta de la embarcación. Había volado lejos, pero, después, con gran ansiedad buscaba de nuevo el navío que ya no consideraba una prisión sino un querido hogar. La experiencia de este pájaro ilustra el drama de los que huyen de la "prisión" de la iglesia y se alejan de Dios. Cansados por las restricciones que la religión impone, fascinados por la "libertad" que el mundo ofrece, abandonan la "embarcación de Sión". Sin embargo, los que no se pierden en la amplitud del mal, con el corazón arqu

¿Está tu nombre en venta?

En 1927 Charles A. Lindgergh fue el primero en cruzar el Océano Atlántico en avión. El vuelo duró 33 horas y media. Esta hazaña le dio mucha fama a Lindbergh y numerosas compañías le pidieron que hiciera propaganda para sus productos. Aún no se conocía la relación que hay entre el tabaco y el cáncer, pero Lindbergh rehusó una gran cantidad de dinero de una compañía que quería que su retrato apareciera en una propaganda de cigarrillos. Lindbergh, que llegó a ser coronel de la Fuerza Aérea de su país y fue por un tiempo consejero técnico de la Pan American Airways, había aprendido a disciplinarse a sí mismo. Este rechazo suyo tan decidido demostró que ni la popularidad ni el dinero le podía hacer cambiar su determinación de controlarse a sí mismo. Robert E. Lee, considerado como uno de los grandes dirigentes militares. Cierta vez le ofrecieron diez mil dólares -suma muy elevada a su tiempo- si permitía que su nombre se usara   en relación con un juego de lotería. Lee, necesitaba ese